Diario Financiero

Sorry

Prisioneros de las redes sociales, si la nueva generación gobernante ve que los memes se les vienen encima rápidamente corren despavoridos a disculparse. Esta semana tuvimos nada menos que al corazón del gobierno: Interior, Economía y Secretaría General de la Presidencia, en una seguidilla de disculpas públicas por sus dichos.

Pasé muchas horas de mi juventud escuchando a Tracy Chapman con su guitarra y vozarrón pastoso cantando “Baby can I hold you”, imposible uno no cantar bajito, para no hacer el ridículo, ese comienzo precioso: “Sorry, is all that you can´t say. Years gone by and still. Words don´t come easily. Like Sorry, like sorry”. Fue en esa juventud y en los años que vinieron después donde uno aprendió el gran valor que tiene para la vida en sociedad, y para qué decir en pareja, la capacidad genuina de disculparse cuando uno ha metido la pata.

Es difícil pedir perdón, no solo por la natural pequeña o grande humillación que significa reconocer que uno se ha equivocado, sino porque cuesta mucho hacerlo bien. Los perdones suelen estar acompañados de condicionantes y atenuantes que muchas veces terminan diluyendo la idea original. Salvo situaciones catastróficas, nuestros políticos parecían liberados de esta práctica de nosotros los humanos. Los políticos rara vez se equivocaban (no me tome literal, por favor), pues el día a día de ellos consiste en darle el spin adecuado a una frase u otra, por lo que siempre había alguna forma de salir jugando del brete.

La nueva generación gobernante ha cambiado esa dinámica y vaya de que forma. Prisioneros de las redes sociales, si ven que los memes se les vienen encima rápidamente corren despavoridos a disculparse. Esta semana tuvimos nada menos que al corazón del gobierno: Interior, Economía y Secretaría General de la Presidencia, en una seguidilla de disculpas públicas por sus dichos.

Haciéndolo honor a su rol de primus inter pares en el gabinete, quien dio inicio a la semana del perdón fue Izkia, quien acusó a los parlamentarios de pegarse en la cabeza. Si bien la forma y el tono fueron claramente inadecuados, como lamentablemente sucede cada vez que la ministra habla sin guion, en el fondo es fácil empatizar con ella, pues todos hemos pensado lo mismo de nuestros congresistas en más de una ocasión. Cuando se daba por superado el incidente, saltó a la palestra el ministro Grau, quien en un confuso incidente declaró que la inflación traía beneficios a las pymes. El ministro cuenta con estudios de doctorado en una prestigiosa universidad norteamericana, era académico de la FEN de la Universidad de Chile antes de asumir y cuenta con expertise en el árido campo de la econometría, por lo que galones tiene, pero en su afán de tratar de explicar lo inexplicable terminó pifiándola en lo más básico y terminó de rodillas disculpándose ante tamaño despiste.

Pero aún faltaba lo mejor en la semana del perdón, el ministro Jackson dijo lo indecible. En una frase bien armada sin problemas de contexto ni interpretaciones, se arrogó el virtuosismo moral frente a la oposición y nada menos que parte importante de la coalición gobernante. Para nadie fue sorpresa que Giorgio pensara así, había dado largas muestras de ello, pero animarse a decirlo es de una soberbia tan espectacular que he oscilado entre la molestia y la admiración por el desparpajo. Los efectos políticos de este faux pas se acumulan día a día, y tuvo que intervenir el propio Presidente Boric sumándose al coro de las disculpas.

Pedir perdón es un acto delicado y necesario, hacerlo todos los días termina eliminando cualquier efecto positivo de ello. Quizás es hora de que el Presidente interpele a sus ministros tal como lo hacía Tracy Chapman : “You got a fast car. Is it fast enough to fly away?”

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2022-08-07T07:00:00.0000000Z

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